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Recuerdo perfectamente aquel día en la biblioteca cuando en plena época de exámenes finales, estaba tan concentrado en estudiar que perdí la noción del tiempo. Había pasado horas revisando libros y apuntes, sumergido en un mar de información, cuando de repente escuché un sonido extraño.
Se trataba de mi estómago, que rugía como un león hambriento. ¡No podía creerlo! Había estado tan absorto en mis estudios que ni siquiera me había percatado de que ya era la había pasado mi hora de comer habitual. Como no se nos permitía comer en biblioteca tuve que salir al CCU a comprar algo rápido para comer.
Mientras caminaba hacia el CCU, me di cuenta de que no era el único alumno que tenía la biblioteca como su segundo hogar durante esa temporada de exámenes. Todos estábamos inmersos en la misma vorágine académica, buscando horas extras para repasar y prepararnos lo mejor posible para el examen. En ocasiones nos saludábamos cuando compartíamos los mismos lugares de estudio y al salir a comer, a veces nos encargábamos cosas que requeríamos sin necesidad de tener de salir de biblioteca.
Después de comer algo, regresé a la biblioteca con las pilas recargadas, listo para retomar mis estudios. Aquella anécdota siempre me saca una sonrisa al recordar lo importantes que eran esos momentos de concentración, compañerismo y esfuerzo en la biblioteca.
Anónimo, LAE, 2018